domingo, 25 de marzo de 2012

Muñec@s blanditos; ¿Quienes son las semillitas del país de Los Minimundos?

Azafrán

Azafrán es el encargado de dirigir a abejas,mariposas y cualquier insecto para que en sus patitas lleven el polen



Canela encargada de avisar al viento para que sople y al agua para que arrastre con ella el polen y llegue a su destino.


Chiry nuestra azafata de vuelo encargada de dirigir a todo tipo de aves.

En el país de los Minimundos hay unos personajes muy peculiares, se trata de pequeños seres llamados Canela, Azafrán y Chiry. Ellos tres son los encargados de dirigir a los distintos medios para que cada Primavera la polinización se lleve a cabo. Así Canela se encarga de avisar al viento y al agua, el pequeño Azafrán encargado de avisar a las abejas, mariposas y otros insectos y Chiry la encargada de dirigir el vuelo de los pájaros, ella es una de las mejores azafatas de vuelo que tiene la aldea, de vuelo de pájaros, claro.

sábado, 17 de marzo de 2012

Miniblancanieves entre miniflores

Capítulo 5. La paradita de Micaela.

Llegó el día del Carnaval, tan esperado por nuestros amigos. Entre comparsas y bailes, Piruleta y los demás consiguieron pasárselo en grande al igual que otros años.
Al final Teo les dejó algún que otro preciado tesoro que guardaba en aquel arcón tan admirado por los pequeños y vestidos con sus mejores galas consiguieron llamar la atención de los aldeanos. Auque Coco no consiguió meterse en su vestido ideal, encontró uno para ella y por un momento entre risas y cantares consiguió olvidarse de él. 
El Carnaval en la aldea duró siete días de diversión constante. Las calles se disfrazaron y no había ni un sólo habitante que no desarrollara su labor diaria sin un antifaz puesto o una careta y es que en el país de Los Minimundos la unión de sus habitantes es completa y los buenos momentos son disfrutados cada segundo por cada uno de ellos. Cestas llenas de golosinas en cada puerta para que los más pequeños pudieran endulzarse. Guirnaldas de colores unían los balcones y la música no dejaba de sonar hasta que el sol decidía irse al atardecer.
Al final del camino que entraba a la aldea una pequeña silueta se dibujó, le acompañaba  un sonido de cascabeles y una voz dulce que entonaba una canción, era Micaela.
De repente Dulce se vió embriagada por un aroma característico y reconocido. Aspiró profundamente cerrando sus grandes ojos y gritó a sus compañeros. -¡Micaela! ¡ha venido Micaela! -De un sobresalto todos los chicos corrieron apresurados hasta el camino de entrada a la aldea. A lo lejos, apenas a unos treinta metros, una pequeña de ojos negros y vestiduras llenas de flores abrió los brazos de par en par gritando con su fina voz. -¡Un fuerte abrazo chicos! -y sin dudarlo ni un instante corrieron todos a su encuentro abrazando a la pequeña.
Menuda sorpresa se llevaron nuestros amigos. No esperaban la visita de Micaela, al menos ahora.
Cargada con una mochila y un carrito de lo más coqueto lleno de cajones, ese era el equipaje de nuestra pequeña amiga.
A los chicos les encantaban las visitas de Micaela a la aldea. Sin duda alguna nuestra pequeña amiga les contaría alguna que otra curiosidad acerca de las cosas que traía en su equipaje.
En esos pequeños cajones de madera, que formaban aquel pequeño carruaje, guardaba toda clase de piedras, abalorios, colgantes, jabones, pañuelos y un sinfín de curiosidades.
El olor a canela que endulzaba el ambiente provenía de un pequeñito quemador de esencias que llevaba Micaela encima de su carro. Micaela nació en uno de los pequeños poblados que hay detrás de las montañas  
Curiosas, llamado así porque desde que entras no paran de preguntarte ¿dónde vas?¿de dónde vienes? son pero que muy cotillas y curiosas.
Los padres de Micaela eran y son para Teo como sus hermanos. Convivieron siendo jóvenes durante mucho tiempo hasta que Teo decidió vivir en la aldea. Aún y así le dió tiempo a tener entre sus brazos a aquella pequeña aventurera.
De Micaela se podía decir que al igual que sus padres era un espíritu libre, defensora de la naturaleza y protectora de los animales, por eso su gran conexión con Florihontas, la guardiana del país de los Minimundos.
No tenía un lugar fijo donde vivir ya que para ella el mundo era su hogar. Viajaba de aldea en aldea contando cuentos a los más pequeños y montando su pequeño puestecito donde podías encontrar infinidad de curiosidades.
Teo sentía por la pequeña un especial cariño ya que mirándola se veía él de pequeño, tan inquieto y sediento por vivir y aprender.
Una vez llegaron a la plaza de la aldea, Micaela junto a nuestros amigos se pusieron a montar aquel puestecito de maravillas.
En un abrir y cerrar de ojos aquel carrito de madera lleno de cajones se transformó en una paradita llena de color. Con telas en rosa cubrió sus maderas y una pequeña sombrilla de la que colgaban madroños pistacho tapaban el fuerte sol del mediodía. A la derecha inciensos y jabones. En el centro todo tipo de abalorios y broches de distintos materiales y a su derecha muñecas de grandes ojos y llenas de color. Y en aquella sombrilla escrito: "La paradita de Micaela".
Todo, absolutamente todo, lo hacía ella con sus manos y eso era lo que mas le llenaba. De pequeña aprendió el oficio de sus padres que viajaban por todas las aldeas mostrando su artesanía y ella quería vivir lo mismo. De su padre aprendió a hacer collares, pulseras y toda clase de abalorios. De su madre, los jabones, las varillas de incienso y entre las dos, la creación de aquellas muñecas y broches.
Todo lo que hacía Micaela era verdaderamente bonito y cada vez que visitaba la aldea no dudaba en llevar algo nuevo para sus amigos y quien quisiera adquirirlo.
Era muy difícil ir a la plaza sin que aquella paradita llamara la atención. Te invitaba a acercarte y la dulzura y el conocimiento de Micaela hacía que todo el mundo no dudara ni un momento en acercarse a admirar sus creaciones.
Encima de esas telas rosas había algo nuevo, como siempre, eran piedras de colores, de todos los colores y formas.
Soy Micaela

Piruleta fue el primero en preguntar por aquellas piedras de colores diciendo: -¿Son canicas Micaela? -a lo que la pequeña contestó-: No Piruleta, son piedras y tú tienes la tuya. Piruleta sin entender nada cogió una pequeña piedra de aristas redondeadas y color sonrosado y le preguntó a Micaela: -¿Y cuál es la mía Micaela? -y ella le dijo con una pequeña carcajada y tirando de un pequeño mechón rojo que asomaba de su sombrero-: ¡Esa es! ¡Te escogió a ti! (continuará...)



lunes, 12 de marzo de 2012





Capítulo 4 y un cuarto y un poquito mas: Coco, cintura de avispa.II parte

Una vez en su habitación, Coco se tumbó sobre su cama recostándose sobre el costado y mirando el espejo que tenía enfrente.
Su cabeza no dejaba de imaginarse vestida con él. -Tan sólo unos pequeños centímetros menos y sería mi vestido, -decía mientras sus pequeñas manos estrujaban un pequeñito pliegue de piel de su cintura.
Coco desde muy pequeña siempre había destacado por su particular belleza. Su color de piel ébano y esos grandes ojos verdes siempre llamaron la atención. Fue adoptada por Zinta y Claus cuando apenas contaba con 6 lunas, ellos no podían tener hijos y la llegada de Coco fue para la pareja el mejor regalo de la vida.
Zinta trabajaba en su pequeño taller de costura en la aldea y Claus en la tienda. Siempre fueron una pareja bien querida y los trabajos y vestidos de Zinta eran admirados por todos los habitantes de Los Minimundos.
La pequeña Coco vivió su infancia rodeada de telas, botones y cintas. Fue la modelo de Zinta en algunas ocasiones, siendo para la aldea la niña mas coqueta de todas las niñas.
Cuando alguien iba a la tienda " El Telar" no podía marcharse sin ver a Coco. Entre tules, sedas y linos fue como Coco fue haciéndose un poquito mayor pero sólo un poquito más.
Su gran sueño poder llegar a vestir esos maravillosos vestidos que a su madre le mandaban hacer. De todos era bien sabido que las manos de Zinta eran capaces de confeccionar los trajes y vestidos mas finos y delicados de todo el país. Aunque había noches que a través de la ventana del taller todavía se le veía trabajando, ella disfrutaba haciéndolo.
Esos vestidos serían llevados por señoritas de gran belleza por las cuales Coco sentía verdadera admiración.
Señoritas delicadas que paseaban y lucían sus prendas como nadie podía hacer mejor y nuestra pequeña amiga quería ser como ellas.
-Tal vez si apretara uno de esos corses de hojas que utiliza mamá para algunos vestidos pudiera ser mio. Tal vez si anudara a mi cintura varios cinturones de raíz de roble pudiera ser mio. Tal vez si hoy no cenara pudiera ser mio. Tal vez si en vez de desayunar mañana lo de siempre cambio mis alimentos... tal vez pudiera ser mio.
La cena sobre la mesa ya indicaba que era hora de sentarse a conversar. Claus bebiendo un vaso de agua preguntó a su niña : -¿Qué tal ha ido con los chicos Coco? -Bien papá, -contestó la niña mirando el plato de rica ensalada que tanto le gustaba. -¿Conseguisteis los disfraces? -volvió a preguntar Claus. -No, todavía no -dijo Coco con carita triste. -¿Puedo levantarme? no tengo hambre. -Zinta y Claus miraron a la pequeña. -Deberías comer algo, hoy ha sido un día lleno de emociones -dijo mamá. -No me encuentro bien -dijo la pequeña. -Bueno, ve a tu habitación y si luego te encuentras mejor baja con nosotros.
Esa noche Coco no bajó y tanto Zinta como Claus se quedaron preocupados. -Tal vez se esté poniendo malita -afirmó conforme Zinta. -Sí, tal vez sea eso -le dijo Claus.
Tal vez, tal vez, tal vez, tal vez, lo único que tal vez pasaba por la pequeña cabeza de Coco era que algo en ella debía cambiar para poder vestir ese vestido tan hermoso que estaba en aquel baúl. Lo que no sabía Coco es que lo que iba a cambiar en ella no iba a ser bueno y que tal vez no era ella la que debía cambiar. Tan sólo unos pequeños arreglos de costura de Zinta hubieran sido la solución, pero eso tardó un tiempo en descubrirlo.

Capítulo 4 y un cuarto y un poquito más: Coco, cintura de avispa.

Los chicos continuaron sentados alrededor de Teo. El gran baúl todavía abierto seguía siendo el centro de atención de nuestros amiguitos, no dejaban de pedir que se les mostrara más tesoros guardados.
Las pequeñas manos de Coco no dejaban de acariciar uno de los laterales del baúl. Mientras, en su cara se dibujaba una leve sonrisa.
-¿Cuántos viajes habrá hecho? ¿Cuántos lugares habrá visitado? ¿Cuántos vestidos habrá guardado? ¿Cuántas historias de príncipes y princesas no habrá visto? ¿Cuántas aventuras no habrá vivido? -Todo esto se preguntaba Coco.
De repente, Teo llamó su atención diciéndole: -¡Coco, mira! -La pequeña giró su cabecita mientras sus ojos dibujaban el vestido más bonito que jamás se podía inventar. De amplio vuelo con un gran lazo de raso blanco que rodeaba la cintura, mangas de farol y ese cuello de organza con pequeños botoncitos. Coco quedó prendada de ese vestido blanco. -Hay más, -dijo Teo. Y entre sus manos una pequeña corona de flores y unos guantes blancos completaron para Coco el vestido de novia mas bonito que jamás hubiera podido imaginar.
Coco preguntó: -¿Fue de una princesa Teo? -A lo que él respondió-: no fue de una princesa, aunque para muchos humanos fue alguien muy importante y este vestido se lo hicieron a ella expresamente. Algún día una de vosotras podrá vestirlo si así queréis. Coco sin pensarlo levantó su pequeño cuerpo diciendo: -Yo, yo, yo quiero llevarlo si puede ser.
-¿Quieres probártelo? -dijo Teo, a lo que nuestra pequeña amiga sin dudarlo un segundo no tardó en incorporarse y plantarse al lado de su sueño. Entre Dulce y Anais desabotonaron con suma delicadeza aquellas telas y vistieron a Coco.
Metió Coco sus brazos en esas amplias mangas, se colocó esos guantes que llegaban a sus codos, coronó su cabecita con las flores y mientras Dulce y Anais terminaban de acomodar el vestido cuando...
Anais y Dulce comprobaron que el vestido era tal vez bastante mas estrecho que el cuerpecito de Coco.
-No entra -dijo Anais-, no puedo. Contenía el aire Coco, forzaba las delicadas telas del vestido hacia abajo, metía barriguita y aquel preciado tesoro no conseguía colocarse en su lugar. La carita de Coco cambió y mirándose al espejo por un momento pensó que no se gustaba, pero sólo lo pensó.
Dulce y Anais la intentaron consolar. -Hay más vestidos -decía Dulce. -Pero no como este -contestaba Coco. -Hay mas bonitos -decía Anais-, yo los he visto. -Pero no como este -volvía a repetir la pequeña. Teo acariciando su pequeña cabeza le dijo: -No te preocupes Coco, hay más vestidos, de más princesas y mucho más bonitos que este, este te viene pequeño. Y Coco se volvió a mirar al espejo pensando una vez más que lo que veía reflejado en él no le gustaba. No había podido ponerse ese vestido tan maravilloso, tal vez era su cuerpo el error porque el vestido era perfecto.
Se hacía tarde para volver a casa, habían pasado las horas ensimismados con las aventuras de Teo y habían olvidado por completo la preparación del Carnaval.
Nuestros amigos decidieron dejarlo por hoy y continuar al día siguiente. Había sido un día lleno de sorpresas para los chicos y una vez más Teo les había conquistado. Todos estaban deseando llegar a casa y poder contar las aventuras que Teo había vivido en el país de los humanos. Todos menos Coco, que con la cabeza agachada durante todo el camino no dijo nada. En su mente sólo había una cosa que le preocupaba, el maravilloso vestido y su imagen reflejada en el espejo.
Continuará...

domingo, 4 de marzo de 2012

Capítulo 4 y un cuarto: ¿El secreto de Teo y Louis...Vuitton ?

Tres vueltas de llave y aquella pequeña puerta se abría encima de sus pequeñas cabezas. El primero en entrar fue Teo, que aguantó la puerta para que nuestros amiguitos entraran uno a uno.
Aquella pequeña buhardilla tenía un aroma especial, esencias tal vez, era un aroma acogedor que junto a la pequeña y cálida luz que entraba por la ventana te invitaba a quedarte allí.
El techo inclinado hacía difícil mantener una postura erguida lo cuál no era gran problema para los chicos pero sí para Teo, ya que él era muy corpulento.
Las paredes y suelo recubiertos de madera hacían de aislante a la casa de Teo en los duros fríos de invierno, cortos pero muy fríos.
La mirada de nuestros amiguitos enfocaron un gran baúl que se encontraba al final de la estancia. Con las bocas tan abiertas como podían se dirigieron hacía él.
El gran baúl era de una altura asombrosa y un ancho que incluso los pequeños brazos de los chicos unidos no eran capaces de medir. De esquinas doradas y gran cerradura central. Se veía un gran arcón capaz de guardar infinidad de historias y aventuras que muy pronto serían descubiertas.
Es suave y majestuoso, elegante, como de una reina. -Dijo Coco. -¡Y así es pequeña! -dijo Teo.
Los chicos se sentaron en el suelo alrededor de Teo que apoyado en ese gran baúl comenzó a contar esta historia.
Hace muchas, muchas lunas, en uno de mis viajes... Como bien sabéis tengo y he tenido grandes amigos dentro del mundo humano. Este baúl fue para mi uno de los mayores tesoros que guardo. Quien me lo entregó compartió conmigo un gran viaje que duró nada más y nada menos que 4 lunas. Cabe recordar que en los Minimundos el año se divide en dos estaciones, compuestas cada una por 1 sol y 1 luna, la de Invierno y la de Verano. Pero eso será otra historia, prosigamos...
Por aquel entonces era yo mucho más joven, guapo y fuerte y me había hecho el propósito de conocer el mundo de los humanos así que sin pensarlo dos veces me dirigí a Rousses. No preguntéis por qué Rousses, simplemente el azar y un mapa hicieron que me encaminara hacia allí. Siempre sabiendo mi predilección por los  frondosos bosques y las ganas por conocer como vive la naturaleza en el mundo de los humanos.
Rousses, Francia. Teo levantó la mano hacia una pequeña estantería que había encima del baúl y desplegó un gran mapa donde señaló el lugar del que hablaba.
Rousses es como nuestra aldea. Cerca de las montañas de Jura, siempre blancas por la nieve de invierno.
Aquella mañana y después de varios días caminando y conociendo el lugar, una voz detrás mio llamó mi atención. -¡Hola! ¡Hola! perdona. -Me dijo. Al girarme vi a un chico un poco más adulto que vosotros  pero no mucho mas. -¿Dónde vas? -me preguntó. -A ningún sitio -le contesté. El chico sonriendo me dijo: -bueno, a ningún sitio no será, todos vamos a alguna parte por eso nos movemos. -No, yo no voy, estoy aquí hoy, mañana no sé. -¿Puedo acompañarte?. -Entre pregunta y pregunta andamos varios kilómetros y poco a poco el chico iba ganandose mi confianza. De aspecto sencillo y humilde aquel joven de tan sólo 14 años (28 lunas en nuestro idioma) fue convirtiéndose día tras día en alguien muy especial para mi. Su ilusión, su esfuerzo y perseverancia hicieron que valiera la pena estar a su lado. Era el vivo ejemplo de la constancia y las ganas por conseguir su verdadera meta, su objetivo, y no desistir aunque el frío de la noche y el no tener que comer hicieran que sus fuerzas se desvanecieran por momentos. Eso y todo lo que vivimos valió mucho la pena.
Venía de una región cercana a las montañas de Jura llamada Anchay, llevaba caminado varios días y se dirigía a París, la ciudad de la luz.
Según mis indicaciones era de locos dirigirse hacía allí sin ningún medio de trasporte, no se calculaba cuando podía llegar.
No tenía en mente dirigirme hacia ningún lugar en concreto así que decidí acompañar a mi joven amigo.
Tardamos 4 lunas en llegar, osea 2 años a la ciudad de la luz, tan deseada por el joven. Todo era majestuosidad en aquella ciudad, habíamos llegado por fin. De sus ojos cayeron dos lágrimas, -como mis puños de grandes, -decía Teo y los chicos sabían que manos grandes en el pueblo las de Teo.
Por aquel entonces era el año 1837 en el calendario humano y Louis que así se llamaba quería encontrar trabajo. Las situaciones limite que vivimos y los grandes momentos hicieron que se convirtiera en un joven que fácilmente encontrara empleo. Transmitía responsabilidad y gran madurez pese a su corta edad. Comenzó a trabajar de aprendiz para un fabricante de cajones.
En aquella época las mercancías así como las ropas de la Realeza se transportaban en arcas y baúles como este.
Louis no tardó en aprender el oficio y destacar entre los mejores. Su gran imaginación y habilidad hizo que sus baúles, arcas y maletas fueran muy cotizados.
Y este fue el primero que Louis hizo y quiso que fuera para mi. Mirando a Coco y llamando su atención le dijo Teo: -Y sí, luego hizo muchos y entre ellos para alguien especial, muy especial, la Emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III y Emperador de Francia. -Gracias a ella fue conocido en todo el mundo.
La emperatriz siempre que viajaba llevaba las maletas y arcas hechas por Louis y esto hizo que todo el mundo de la alta sociedad quisieran llevarlas.
Y así fue como aquel pequeño joven que andó esas 4 lunas con más equipaje que su ilusión y su constancia, se convirtió en una persona reconocida en todo el mundo.
Princesas, reyes, sultanes, todos quisieron llevar sus baúles y maletas.
Y hoy en día pequeños amigos, mi gran amigo Louis todavía es reconocido en el país de los humanos.
Coco, coqueta y perspicaz, siempre interesada por el mundo humano y su moda.
-¿Todavía? -dijo Coco. -Todavía, -afirmó Teo. Hoy en día en el mundo de los humanos Louis Vuitton como así se llamaba, es una de las firmas mas famosas en el mundo y sus creaciones muy cotizadas. Incluso han intentado copiarlas, pero imposible llegar a conseguir la calidad de su creador. Aquel joven que caminó junto a mi durante aquellos dos años, hacía todo con amor. Por eso, nunca, nunca, se consigue copiar algo que se ha hecho con el corazón, por mucho que se intente.